jueves, diciembre 01, 2005

La iglesia emergente

La Iglesia Emergente
Con frecuencia la gente me pide que describa cómo será la iglesia del futuro. Parece que a estas personas les parece natural que quien ha escrito un libro llamado “Un nuevo cristianismo para un nuevo mundo nuevo” debería ser capaz de responder a esa petición. Esa expectativa se ve alimentada por el hecho que en uno de los capítulos de libro efectivamente intento describir la iglesia del futuro. Titulado “La Ecclesia del mañana”, en él hasta me atreví a sugerir un nuevo nombre para esa estructura. La palabra griega “ecclesia” significa “¡ser llamado afuera!”. Al explicar esta elección escribí: “Veo a esta nueva iglesia... como la comunidad de aquellos que han sido llamados a salir de sus límites, de sus prejuicios, de sus quiebras, de su autocentrismo.” Esa era la versión negativa, pero también escribí que veía a esta nueva iglesia de un modo positivo, como una comunidad de personas “llamadas hacia la vida, hacia el amor, hacia la plenitud, hacia Dios.” Estas fueron sólo grandes pinceladas, sin embargo, que no proveían el detallado mapa de ruta que estas personas me pedían. Ellos querían saber exactamente cómo sería esa iglesia, cómo se diferenciaría de las estructuras eclesiales del presente, cuál sería su forma y modelo y como podrían ellos empezar ahora a moverse hacia esa identidad. Detrás de esas preguntas yace el conocimiento que las actuales estructuras de la iglesia no están funcionando, en el mejor de los casos, o que están muriendo, en el peor. Ellos también miran con alguna envidia a las iglesias evangélicas que están prosperando y se preguntan si será eso lo que representa el futuro de la cristiandad, como muchos evangélicos proclaman. Estas son preocupaciones genuinas y requieren una respuesta seria.
Primero, déjenme decir que descarto por completo la permanencia del poder de lo que los evangélicos llaman su “éxito”. Las iglesias que trafican certidumbre y ofrecen seguridad finalmente se muestran incapaces de entregar lo que prometen. La seguridad y la certeza son siempre ilusiones, no realidades. El éxito de esta iglesia se basa en una respuesta histérica a la ineludible ansiedad básica de la vida. Su atractivo es finalmente una proclamación idolátrica. La certeza y la seguridad nunca serán posesiones humanas.
La iglesia del futuro es algo que la gente irá haciendo a medida que se interna en el futuro. No hay guía caminera. No hay ninguna seguridad que las formas de hoy, no importa cuán sagradas o reverenciadas hayan sido por mucho tiempo, vayan a satisfacer las necesidades del mundo futuro. Me pregunto cómo los cristianos perseguidos que se reunían en las catacumbas, en los siglos II y III, podrían responder si alguien les hubiera dicho que ellos evolucionarían en el tiempo hasta ser la institución dominante de Occidente, con catedrales góticas construidas sobre la colina más alta en el centro de las ciudades, dominando a su alrededor del mismo modo que el cristianismo dominaba la vida política del mundo occidental
En tanto que esos cristianos primitivos no habrían sido capaces de imaginar tal cosa, estoy seguro que los cristianos del s. XIII, mirando atrás en la historia, sí habrían reconocido que esos cristianos en las catacumbas eran de hecho sus ancestros. No podemos trascender nuestro tiempo para ver un futuro que será erigido sobre con conjunto de presupuestos completamente desconocido. Todo lo que podemos hacer finalmente es notar patrones en desarrollo.
En nuestros viajes dando conferencias alrededor del mundo, vemos atisbos de la iglesia de mañana que seguramente representan un nuevo cristianismo emergente. Pienso en Paul Tenaglia, en la Iglesia Unida de Chelsea, Nueva York, quien en una ocasión inició la liturgia diciendo: “¡Bienvenidos a la Unidad de Nueva York! Esta es una iglesia en la que a usted no se le dirá que es un miserable pecador.” Seguramente una de las características de la iglesia de mañana es que no practicará el abuso emocional sobre sus congregaciones con liturgias diseñadas para aumentar la culpa. La mayoría de los parroquianos regulares aún no entiende cuán destructivo es ser confrontado domingo a domingo con frases como: “No hay nada bueno en nosotros... No somos dignos aún de recoger las migajas que caen al suelo”. ¿Qué clase de liturgia es esa que constantemente muestra al creyente humillándose y suplicando: “Señor, te piedad, Cristo ten piedad, Señor ten piedad”?.
Vi otro atisbo de la iglesia del futuro en un aviso en el muro de la Iglesia del Redentor en Morristown, New Jersey, invitando a todos a participar en la Mesa del Señor en su Eucaristía comunitaria. El aviso decía: “El único prerrequisito para recibir la comunión es tener hambre.”
Vi una expresión de la iglesia del futuro en la Catedral de la Esperanza, en Dallas, Texas, mientras escuchaba a un coro masculino de 50 voces que cantaban magníficamente himnos de adoración, amor, gozo y esperanza. Se llamaban “Los cantantes positivos”. Era un nombre singular que se llenó de significado para mi cuando supe que ellos habían adoptado ese nombre porque todos sus integrantes eran VIH positivos.
Vi a la iglesia del futuro en la Primera Iglesia Metodista de Omaha, Nebraska, que trabajaban conjuntamente con la sinagoga vecina, explorando las raíces de su fe, las fuentes de su división, y la sórdida historia de siglos de separación. También escuché allí un oratorio sobre la Resurrección que transformó para siempre mi visión de la Pascua.
Y está la Iglesia de las Nuevas Dimensiones, de Tulsa, Oklahoma, una congregación pentecostal afro-americana con un ministro increíblemente dotado llamado Obispo Carlton Pearson, quien se llama a sí mismo “el hijo negro de Oral Roberts”. Este hombre ha llegado a la convicción que hay tantos límites y convicciones de la tradición pentecostal que son proveedoras de seguridad pero no de vida, que ha empezado a acercarse a una nueva conciencia dentro de la tradición pentecostal que no se regocija en identificarse con los perdidos, según la cual toda persona puede ser parte de su pueblo, Les ha pedido a los suyos que renuncien a la seguridad de la certidumbre y asuman el coraje de ser y que caminen junto a él más allá de las tradicionales barreras de la separación y se internen en esa promesa bíblica de que Dios hará todas las cosas nuevas.
La vi en un afiche, creo, sobre un muro de la Iglesia Unida de Cristo, en Ames. Iowa, que decía: “¿Cómo es que las iglesias que proclaman tener todas las respuestas, no dan lugar a ninguna pregunta?”.
He visto trazas de esta futura iglesia emergente en un grupo de mujeres católicorromanas en San Pablo, Minnesota, que organizaron el ministerio educacional de su iglesia separadamente de su iglesia, de modo que ellas, no la jerarquía eclesial, puedan controlar las exploraciones hacia Dios que ocurren en ese lugar. Estas mujeres también exigieron voz en la elección de su sacerdote antes de acceder a colaborar en la formación de esa ahora próspera congregación.
Aunque nunca he visitado la Iglesia Bautista de Myers Park en Charlotte, North Carolina, la he admirado desde que su pastor era el gran Carlyle Marney. Alguien me envió una copia de su declaración de misión o pacto. Incluye tantas de las cualidades que yo busco en la iglesia del futuro, que quiero compartirla entera con ustedes:

Nosotros, los miembros de la Iglesia Bautista de Myers Park, somos un pueblo en una jornada de fe. Por la gracia de Dios estamos experimentando el amor de Dios a través de Jesucristo y en la comunidad de los fieles. En esta experiencia estamos descubriendo nuestra libertad para llegar a ser nuevas criaturas y nuestra responsabilidad de ser fieles administradores de nuestras vidas y de este mundo. Estaremos abiertos a toda nueva luz, fortalecidos por Dios y nuestra comunión en nuestra fe. Mantendremos un examen crítico de las Escrituras, creencias y rituales como intérpretes de la activa presencia de Dios en el mundo. Aceptaremos juntos la controversia como una realidad de la vida y como una oportunidad para crecer hacia la madurez. Nos comprometemos a ser una comunidad de la nueva creación de Dios y afirmamos que estamos abiertos a todos y cerrados para nadie. Nos comprometemos a nutrir a esta iglesia como una comunidad de fe y como un instrumento de reconciliación para el mundo por medio de la liturgia, de la educación cristiana, por la dedicación de nuestros recursos humanos y materiales y por todos los otros medios en que podamos expresar el significado de nuestras vidas con Dios y con nuestra comunidad. Nos comprometemos a ser sacerdotes celebrando la presencia de Dios en la comunidad y en el mundo, creyendo que somos partícipes del reino de Dios en la tierra..
Hay muchas otras que merecen atención. El espacio disponible, sin embargo, me impide continuar. Pienso en iglesias que me han tocado profundamente en ciudades como Houston, Austin, Dallas, Little Rock, Greensboro, Sacramento, Denver, Phoenix, Scottsdale, San Diego y muchas otras donde los cristianos, hambrientos por más de lo que las estructuras eclesiales pueden hoy ofrecer, se están atreviendo a pensar fuera de los moldes de su pasado tradicional y desarrollan formas nuevas para un mundo nuevo. El fermento está presente en toda tradición cristiana. A veces abiertamente, a veces soterrado.
El Centro para el Cristianismo Progresista, en Cambridge, Massachussets, dirigido por el Rev. James Adams, cuenta con una lista de ocho prerrequisitos necesarios para que una congregación local sea identificada con su misión y ministerio. La iglesia del futuro también puede ser vista en esos principios:


1.Proclamamos a Jesús como nuestra Puerta hacia el Reino de Dios
2.Reconocemos la fe de otros pueblos que tienen otros nombres para el acceso al Reino de Dios
3.Entendemos nuestro compartir de pan y vino en el nombre de Jesús como una representación de la festividad de Dios para todos los pueblos.
4.Invitamos a todos los tipos y condiciones de gentes a unirse en nuestro culto y en nuestra vida común como miembros plenos, incluyendo – pero no limitado – a creyentes y agnósticos, cristianos convencionales y escépticos cuestionadores, homosexuales y heterosexuales, mujeres y hombres, los desesperados y los esperanzados, de todas las razas y culturas, de todas las clases y habilidades, sin imponer sobre ellos la necesidad de asemejarse a nosotros.
5.Pensamos que la forma como nos tratamos entre nosotros y a otros es más importante que la forma en que expresamos nuestras creencias.
6.Encontramos más gracia en la búsqueda de sentido que en la certeza absoluta, en las preguntas más que en las respuestas.
7.Nos vemos como una comunidad espiritual en la que descubrimos los recursos necesarios para nuestro obrar en el mundo: esforzándonos por la justicia y la paz entre todos los pueblos, llevando esperanza a todos aquellos que Jesús llamó los más pequeños de sus hermanos y hermanas.
8.Reconocemos que nuestra fe implica un costoso discipulado, la renuncia de privilegios y la conciente resistencia al mal – como siempre ha sido la tradición de la iglesia.
En países de otros idiomas también veo una radical renovación. Por ejemplo, en Suecia, bjo el ministerio de un gran Obispo Luterano llamado Claes-Bertil Ytterberg, y en Finlandia, liderado por otro gran obispo luterano, llamado Wille Riekkinen. Esta efervescente emergencia de reforma no reconoce límites ni de nacionalidad ni denominación. No podemos acelerar el proceso de reforma pero podemos y debemos animarlo. Quizás el primer paso que una congregación podría considerar sería dejar de defender las estructuras agónicas, dar un paso al costado y dejar que el nuevo nacimiento ocurra.