martes, enero 15, 2013

Manifiesto Insurgente por el Acceso Libre al Conocimiento

La información es poder. Pero como con todo poder, hay quienes lo quieren retener para sí mismos. La herencia científica y cultural del mundo entero, publicada durante siglos en libros y revistas, está siendo digitalizada y puesta bajo llave en forma creciente por un pequeño grupo de corporaciones privadas. ¿Quierés tener acceso a los documentos con los más famosos resultados de las ciencias? Tendrás que mandarle un montón de plata a editoriales como Reed Elsevier.

Aaron Swartz
Están aquellos que luchan por cambiar esto. El Movimiento por el Acceso Abierto ha luchado valientemente para asegurarse que los científicos no cedan sus derechos de autor, sino que se aseguren que su trabajo sea publicado en Internet, bajo términos que permitan el acceso a cualquiera. Pero incluso en los mejores escenarios, su trabajo sólo será aplicado a las cosas que se publiquen en el futuro. Todo lo que existe hasta ahora, se ha perdido.

Ese es un precio muy alto a pagar. ¿Forzar a los académicos a pagar para poder leer el trabajo de sus colegas? ¿Escanear bibliotecas enteras para que solo la puedan leer el personal de Google? ¿Proveer artículos científicos a aquellos en las universidades de élite del Primer Mundo, pero no a los jóvenes del Sur del planeta? Es indignante e inaceptable.

"Estoy de acuerdo", dicen muchos, "¿pero qué podemos hacer? Las compañías detentan los derechos de autor, hacen enormes cantidades de dinero cobrando por el acceso y es perfectamente legal - no hay nada que podamos hacer para detenerlos". Pero sí hay algo que podemos hacer, algo que ya está siendo hecho: podemos luchar.

A ustedes, con acceso a estos recursos - estudiantes, bibliotecarios, científicos - se les ha otorgado un privilegio. Ustedes pueden alimentarse en este banquete del conocimiento, mientras el resto del mundo queda fuera. Pero no es necesario - de hecho, moralmente, no es posible - que se queden con este privilegio solo para ustedes. Tienen el deber de compartirlo con el mundo. Y lo han hecho: intercambiando contraseñas con colegas, haciendo solicitudes de descarga para amigos.

Mientras tanto, aquellos de ustedes que se han quedado fuera, no están cruzados de brazos. Han estado atravesando agujeros sigilosamente y trepando vallas, liberando la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con sus amigos.

Pero todas estas acciones suceden en la oscuridad, escondidas en la clandestinidad. Se les llama robo o piratería, como si compartir la riqueza del conocimiento fuera el equivalente moral de saquear un barco y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral - es un imperativo moral. Sólo aquellos que están cegados por la codicia se negarían a hacerle una copia a un amigo.

Las grandes corporaciones, por supuesto, están cegadas por la codicia. Las leyes bajo las que operan lo requieren - sus accionistas se sublevarían por mucho menos. Y los políticos a los que se han comprado los apoyan, aprobando leyes que les dan el poder exclusivo de decidir quién puede hacer copias.

No hay justicia alguna en obedecer leyes injustas. Es tiempo de salir a la luz y en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.

Necesitamos tomar la información, donde sea que esté guardada, hacer nuestras copias y compartirlas con el mundo. Necesitamos tomar las cosas que están libres del derecho de copia y agregarlas a este archivo. Necesitamos comprar bases de datos secretas y ponerlas en la Web. Necesitamos descargar revistas científicas y subirlas a redes de archivos de acceso liberado. Necesitamos pelear desde la insurgencia por el Acceso Abierto y Libre al conocimiento.

Si somos los suficientes, alrededor del mundo, no sólo enviaremos un fuerte mensaje de oposición a la privatización del conocimiento - la haremos una cosa del pasado. ¿Te unirás a nosotros?

Aaron Swartz
 Julio 2008, Eremo, Italia

martes, enero 08, 2013

Dar y recibir - El paisaje interno - Humanizar la tierra

por Silo
  1. Veamos qué relación estableces con tu paisaje externo. Tal vez consideres a los objetos, las personas, los valores, los afectos, como cosas expuestas ante ti para que elijas y devores de acuerdo a tus especiales apetencias. Esa visión centrípeta del mundo, probablemente marque tu contradicción desde el pensamiento hasta los músculos.
  2. Si tal es el caso, con seguridad que todo lo que se refiere a ti será muy apreciado, tanto tus placeres, como tu sufrimiento. Es difícil que quieras sobrepasar tus íntimos problemas, ya que en ellos reconoces un tono que, por sobre todas las cosas, es tuyo. Desde el pensamiento hasta los músculos, todo está educado para contraer, no para soltar. Y, de este modo, aún cuando procedes con generosidad, el cálculo motiva tu desprendimiento.
  3. Todo entra. Nada sale. Entonces todo se intoxica desde tus pensamientos a tus músculos.
  4. E intoxicas a cuantos te rodean. ¿Cómo podrías luego, reprochar su "ingratitud" para contigo?.
  5. Si hablamos del "dar" y de la "ayuda", tú pensarás sobre lo que te pueden dar, o acerca de cómo te deben ayudar. Pero he aquí que la mejor ayuda para que pudieran darte, consiste en enseñarte a relajar tu contradicción.
  6. Digo que tu egoísmo no es un pecado, sino tu fundamental error de cálculo, porque has creído ingenuamente, que recibir es más que dar.
  7. Recuerda los mejores momentos de tu vida y comprenderás que siempre estuvieron relacionados con un dar desprendido. Esta sola reflexión, debería ser suficiente para cambiar la dirección de tu existencia... Pero no será suficiente.
  8. Es de esperar que esté hablando para otro, no para ti, ya que habrás comprendido frases "humanizar la tierra", "abrir el futuro", "sobrepasar el sufrimiento en el mundo que te rodea" y otras cuantas más que tienen como base la capacidad de dar.
  9. "Amar la realidad que se construye" no es poner como clave del mundo, la solución a los propios problemas.
  10. Terminemos esto: ¿Quieres sobrepasar tu contradicción profunda? Entonces, produce acciones válidas. Si ellas son tales, será porque estás dando ayuda a quienes te rodean.

De la salud comercial a la salud espiritual

Una cosa es hacer más eficiente la gestión de salud y otra muy diferente ha resultado la aplicación de las lógicas de mercado al sector.

Un mercadista diría que estamos frente a un típico caso de incentivos perversos. Y no le faltaría sustento a tal juicio. Los pacientes dejaron de serlo para convertirse en clientes. Cada oferente en el mercado busca maximizar los beneficios que obtiene de sus clientes, vale decir, obtener el máximo diferencial entre sus costos y sus ingresos y fidelizar al cliente ojalá durante toda su vida.

Ello explica que los laboratorios investiguen y desarrollen remedios nuevos que deban ser utilizados permanentemente y que de preferencia vayan a los sectores de mejores recursos, a los que se les puede cobrar más. También explica que las clínicas tengan valores superiores a hoteles de 5 estrellas y que los médicos ordenen exámenes a granel y programen visitas periódicas de sus clientes.

Y como hay que incentivar la demanda, se utilizan dos métodos. El primero, clásico, asustar a los clientes para que dejen de pensar y se abalancen a consultas, clínicas y farmacias, cuyo fin, en esta lógica de mercado, dejó de ser la salud y pasó a ser la utilidad financiera.

El segundo, muy tentador, consiste en la integración vertical. Para aumentar la demanda, hay que incrementar las enfermedades. Así que el mismo laboratorio que crea los remedios, se interna, por ejemplo, en la investigación de transgénicos, creando semillas que germinarán y producirán alimentos cuya ingesta constante hará necesario el posterior uso de medicamentos. Y para hacer crecer esas plantas, también desarrollan insecticidas y herbicidas que condenan a esas tierras al uso constante de más transgénicos, porque ya no tienen la riqueza biológica necesaria para el desarrollo de alimentos orgánicos.

En un pequeño lapso de tiempo, formidables intereses y gigantescas fortunas han crecido al amparo de esta lógica, alcanzando suficiente poder como para dominar a los estados, obligándolos a regular a su favor. El caso de Monsanto, entre otros, ha sido suficientemente documentado en las redes sociales.

Todo esto parece, a primera vista, un panorama desolador. Sin embargo, yo creo que son buenas noticias. Entregado el Estado a los grandes poderes económicos, el ciudadano común ha sido despojado de la droga proteccionista que éste le proporcionaba y sólo cuenta consigo mismo para defenderse. En esta lógica de mercado, el poder sicológico ha estado, hasta ahora, del lado de las corporaciones; pero el poder real - y ellas lo saben muy bien, por eso dedican tantos recursos a marketing y publicidad - está en los llamados consumidores. Cuando los consumidores se den cuenta que compran no por necesidad sino por el pulso de astutas creencias instaladas en su mente, que las cosas se venden sólo porque ellos las compran, y recuperen para sí mismos la condición de ciudadanos y de comunidad, podrán empezar a controlar el mercado seleccionando inteligente y sensitivamente sus adquisiciones. El caso de la salud es el más profundo, porque apela al temor a la muerte. Los primeros cristianos, perseguidos, torturados y asesinados por el imperio, corrían cantando a su martirio, porque estaban convencidos de que la muerte era su opción más luminosa. Las religiones han ayudado enormemente a expandir el miedo a la muerte, desde que son instrumentos imperiales de control del comportamiento.

Estoy hablando de una nueva espiritualidad, que no necesita de religiones, sino de conexión con la esencia de lo humano. Este ser cultural, arrojado en la historia, capaz de convertir sus sueños en realidad, capaz de empatar el temor a la muerte con la curiosidad y el instinto de crecer, puede elevar su nivel de conciencia hasta experimentar la plenitud de la vida, especialmente si la entiende como una etapa de un viaje y no como todo lo que hay. Así, despedirá a sus muertos como se despide en la estación a quien se va de viaje: con la alegría por la experiencia que inicia, con tristeza por la separación que ello implica, y con la certeza de la futura reunión. Y mientras dura el viaje, en vez de cosificarse en adquisiciones vacías, dará rienda suelta a su curiosidad y se embarcará en la aventura de crecer, elevando su conciencia hacia explicaciones más luminosas y posibilitarias. Será cuando deje de creer que su ser está atado a sus posesiones y empiece a creer que su desarrollo pasa por servir amorosamente a los demás. No soy lo que tengo, soy lo que doy.