martes, enero 08, 2013

De la salud comercial a la salud espiritual

Una cosa es hacer más eficiente la gestión de salud y otra muy diferente ha resultado la aplicación de las lógicas de mercado al sector.

Un mercadista diría que estamos frente a un típico caso de incentivos perversos. Y no le faltaría sustento a tal juicio. Los pacientes dejaron de serlo para convertirse en clientes. Cada oferente en el mercado busca maximizar los beneficios que obtiene de sus clientes, vale decir, obtener el máximo diferencial entre sus costos y sus ingresos y fidelizar al cliente ojalá durante toda su vida.

Ello explica que los laboratorios investiguen y desarrollen remedios nuevos que deban ser utilizados permanentemente y que de preferencia vayan a los sectores de mejores recursos, a los que se les puede cobrar más. También explica que las clínicas tengan valores superiores a hoteles de 5 estrellas y que los médicos ordenen exámenes a granel y programen visitas periódicas de sus clientes.

Y como hay que incentivar la demanda, se utilizan dos métodos. El primero, clásico, asustar a los clientes para que dejen de pensar y se abalancen a consultas, clínicas y farmacias, cuyo fin, en esta lógica de mercado, dejó de ser la salud y pasó a ser la utilidad financiera.

El segundo, muy tentador, consiste en la integración vertical. Para aumentar la demanda, hay que incrementar las enfermedades. Así que el mismo laboratorio que crea los remedios, se interna, por ejemplo, en la investigación de transgénicos, creando semillas que germinarán y producirán alimentos cuya ingesta constante hará necesario el posterior uso de medicamentos. Y para hacer crecer esas plantas, también desarrollan insecticidas y herbicidas que condenan a esas tierras al uso constante de más transgénicos, porque ya no tienen la riqueza biológica necesaria para el desarrollo de alimentos orgánicos.

En un pequeño lapso de tiempo, formidables intereses y gigantescas fortunas han crecido al amparo de esta lógica, alcanzando suficiente poder como para dominar a los estados, obligándolos a regular a su favor. El caso de Monsanto, entre otros, ha sido suficientemente documentado en las redes sociales.

Todo esto parece, a primera vista, un panorama desolador. Sin embargo, yo creo que son buenas noticias. Entregado el Estado a los grandes poderes económicos, el ciudadano común ha sido despojado de la droga proteccionista que éste le proporcionaba y sólo cuenta consigo mismo para defenderse. En esta lógica de mercado, el poder sicológico ha estado, hasta ahora, del lado de las corporaciones; pero el poder real - y ellas lo saben muy bien, por eso dedican tantos recursos a marketing y publicidad - está en los llamados consumidores. Cuando los consumidores se den cuenta que compran no por necesidad sino por el pulso de astutas creencias instaladas en su mente, que las cosas se venden sólo porque ellos las compran, y recuperen para sí mismos la condición de ciudadanos y de comunidad, podrán empezar a controlar el mercado seleccionando inteligente y sensitivamente sus adquisiciones. El caso de la salud es el más profundo, porque apela al temor a la muerte. Los primeros cristianos, perseguidos, torturados y asesinados por el imperio, corrían cantando a su martirio, porque estaban convencidos de que la muerte era su opción más luminosa. Las religiones han ayudado enormemente a expandir el miedo a la muerte, desde que son instrumentos imperiales de control del comportamiento.

Estoy hablando de una nueva espiritualidad, que no necesita de religiones, sino de conexión con la esencia de lo humano. Este ser cultural, arrojado en la historia, capaz de convertir sus sueños en realidad, capaz de empatar el temor a la muerte con la curiosidad y el instinto de crecer, puede elevar su nivel de conciencia hasta experimentar la plenitud de la vida, especialmente si la entiende como una etapa de un viaje y no como todo lo que hay. Así, despedirá a sus muertos como se despide en la estación a quien se va de viaje: con la alegría por la experiencia que inicia, con tristeza por la separación que ello implica, y con la certeza de la futura reunión. Y mientras dura el viaje, en vez de cosificarse en adquisiciones vacías, dará rienda suelta a su curiosidad y se embarcará en la aventura de crecer, elevando su conciencia hacia explicaciones más luminosas y posibilitarias. Será cuando deje de creer que su ser está atado a sus posesiones y empiece a creer que su desarrollo pasa por servir amorosamente a los demás. No soy lo que tengo, soy lo que doy.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Andrés, llegué a este posteo por Gabriel Bunster! Y me motivo a comentarlo, porque fue motivante leerlo!
Una de las herramientas menos (co)mentadas sobre las que se sostiene este mercado (sea de salud, pensiones, educación, etc.) es la creencia (y promoción) que el individuo es dueño de su destino, y que eligiendo libremente (un supuesto nunca cumplido) podrá acceder a lo mejor de este modelo (que aunque mejor, quizá es lo peor de otros modelos por descubrir).
Creo que tan importante como promover la conexión de cada ser con su propio ser espiritual, es la conexión de cada ser con los otros seres con quiene comparte (y depende!) su vivir. Incluidos humanos, y la millonaria e invisible presencia de otros seres.
El establecimiento y fortalecimiento de estas relaciones entregará visiones y herramientas que ni imaginamos para superar este traspié neoliberal. Emergentes visiones y poder serán fecundos en la medida que los individuos podamos ver, asumir y alimentar las relaciones!! No te parece?

Unknown dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Yo pienso que el problema no está en si la libertad es o no posible, sino en la definición de ella que se ha inculcado majaderamente como dogma de fe del neoliberalismo. Segun eso, la libertad sería la posibilidad de elegir entre varias posibilidades de objetos a adquirir.
Para mi la libertad es la creencia de que puedo ser todo lo que sueño, cosa que está íntimamente relacionada con los demás, con el tipo de relación que establezco con la vida en general y que, al contrario de la posesión, encuentra su pleno sentido en el servicio, en el dar(se) a los demás. Creo que estamos muy alineados en nuestras visiones. De nuevo, muchas gracias. ¿Podrá saber tu nombre en tu próximo posteo?

cfiedler dijo...

Estimado Andrés:

En pocas palabras, Alentador, claro, perturbante pero sobre todo, denunciante. Excelente publicación. No se como hacer para que llegue a MILLONES de seres humanos para ver si de a poco nos podamos convertir en personas..
Gracias x el artículo